Nómina de Profesores

Matemática
1er año: Adrian Zorzoli- Marta Coppola- Gabriel Berlanda
2do año: Claudia Ferrari- Olga Weimer- Ofelia Pereyra- Patricia Rey
3er año: SIlvia Iakantas
4to año Silvia iakantas- Marta Sapag
Biologia
1er año CInthia Waingort- Marianela Di Santo
2do: Liliana Alonso - Cristian Serrano. Ivana Murgia
3er año. Liliana Aguirre
4to : Lilian Alonso
HIstoria
1er año: Cinthia Waingort- Ruben Albanese
2do año: Marta Demarchi- Maria Sangiacomo
3er año: Javier Solis- SIlvia Scarinci
4to año Lidia QUintana
Geografia
1er año_ Ivana Murgia Ruben Albanese
2do año: Beatriz Luraschi- Adrian Zorzoli- Antonio Araujo
3er año: Cristina Carballo - Susana Velo
4to año Beatriz Luraschi- Nestor Rodriguez
Primaria
1er año: Ivana Murgia- Angélica Graneros- SIlvia Garcia. Antonio Araujo- Lidia Martino
2do año. Adrian Zorzoli- Mónica Alonso- Daniela Zabaleta- Graciela González- Patricia Piñero
3er año Ivana Murgia- Angélica Graneros- Adrian Zorzoli- Mónica Alonso- Daniela Zabaleta- Ana Massa- Marisa Olivieri
Inicial
1er año. Lidia Martino- Patricia Piñero- Mónica Alonso
2do año: Mónica Alonso. Ivana Murgia
3er año: Mónico Alonso. Patricia Piñero- Antonio Araujo

martes, 27 de abril de 2010

Juego de simulacion - tarjetas inmigrantes

Tarjeta A
Me llamo Giacomo Testa y tengo 29 años. Hoy es 9 de marzo de 1901. estoy en Buenos Aires. Hace poco que desembarqué: no pudimos hacerlo antes debido a las huelgas y manifestaciones obreras que conmocionaron la ciudad últimamente.
El viaje en barco duró casi un mes y fue bastante pesado. Vine solo, a probar suerte: mi esposa y mis hijos se quedaron en Nápoles, Italia, junto a mis suegros y mi cuñada. Unos paisanos me habían comentado que había trabajo y buena paga. Allí en Italia la situación era ya insostenible: despidos masivos, hambre, miseria.
Hace varios días que estoy en el hotel de Inmigrantes y mañana vence el periodo de permanencia en él, por lo que tengo que decidir qué es lo que voy a hacer. En estos días pude averiguar qué posibilidades hay para alguien como yo. Por cierto que no son muchas, pero algo espero conseguir. El trabajo agrícola me interesa y esa es una de las posibilidades: irme al campo, a alguna colonia. No conozco el tipo de tareas ya que siempre viví en la ciudad, pero si trabajo muy duro como peón tal vez en unos años pueda comprar una parcela de tierra y hacerme propietario independiente. Sé que no es fácil: una plaga puede echar todo a perder, meses de trabajo. Una sequía puede volver loco a cualquiera y hacer fracasar todo. Además yo siempre viví en ciudad y no sé si podría adaptarme a la vida de campo. Claro que aquí uno está más librado a su propia suerte y que yo no tengo oficio definido, por lo que mi paga no será de las mejores. Además hay muchos en las mismas condiciones que yo y hay épocas de poco trabajo. Tampoco hay aquí leyes sociales que lo protejan a uno. El alquiler de una pieza es oneroso y yo traigo poco dinero…
En fin, no sé qué hacer. Por la mañana, cuando me levanto, tengo una resolución tomada y es…

A.- Irme al campo a trabajar como peón de un colono (tarjeta B 1)
B.- Quedarme en la ciudad (tarjeta B 2)




















Tarjeta B 1
Decidí irme al campo. Unos funcionarios encargados por el gobierno se ocuparon de mi traslado y de asignarme un lugar de trabajo. Conmigo iban otros inmigrantes, algunos italianos, pero había también de otros países. Viajamos muchos kilómetros y nos decepcionamos mucho al llegar a nuestro destino: una pobre colonia con tierras pantanosas y pocas herramientas.
Los primeros tiempos fueron muy duros. Yo no conocía el trabajo agrícola y me costó bastante adaptarme a las nuevas condiciones. Durante varios años trabajé como peón. Pero un día se presentó una oportunidad. Una plaga hizo que muchos colonos propietarios dejaran sus tierras y me propusieron comprar una parcela. Tengo algo de dinero que fui juntando, pero no quiero correr la misma suerte que lo colonos. Quizá esta sea mi única oportunidad para dejar de ser peón de campo. Pero el problema mayor es que Carla, mi esposa, no deja de escribirme pidiéndome que le mande algún dinero para los pasajes ya que allí la cosa está cada vez más fea. No sé que hacer, si mando el dinero, no podré comprar las tierras. Si Carla pudiera esperar unos años más, podría traerlos y darles un adecuado pasar. Pero allí todo está tan mal… ¿Y si les pasa algo?...
El domingo comenté el problema a mis amigos. Las opiniones están divididas, pero por fin decido…

A.- Traer a mi familia (tarjeta C 1)
B.- Transformarme en propietario (tarjeta C 2)



























Tarjeta B 2
Lo primero que hice fue buscar alojamiento. Deambulando por las calles se me acercaron un par de tipos que, en un idioma que entendía poco, me ofrecían una pieza para alquilar. Así caí en una casona de la calle Venezuela al 1700, un “conventillo” como le dicen acá. Allí vivían, si así se puede decir, más de 500 personas. Sin embargo no me quejé. Pensé pasar ahí los primeros tiempos para buscar después un lugar mejor.
A las dos semanas conseguí trabajo como peón en un taller de talabartería en el barrio de Almagro. La paga no era muy buena pero el dueño era una persona agradable con la que podía hablar un poco de italiano. Por él me enteré de las cosas que estaban pasando en ese momento en el país.
Así pasaron más de cuatro años más. Fui pasando de peón a operario y aprendí rápidamente los gajes del oficio. Fue entonces que vino Carla, mi esposa, con el resto de la familia: mis hijos Luigi y María, mis suegros y mi cuñada. Yo les había contado por carta que las cosas iban pasablemente bien pero que esperaran para venir. No me hicieron caso: vendieron todo, absolutamente todo y se vinieron, sin nada. Inmediatamente hubo que salir a buscar donde vivir, ya que mi pequeña pieza de inquilinato era totalmente insuficiente…
Antonio, mi patrón, le ofreció trabajo a mi suegro, que era un tipo muy trabajador. Las condiciones eran buen trato y regular paga. Es cierto que nos garantizaba la subsistencia mientras el taller ganara, pero sería casi imposible progresar, salir de esto. La otra alternativa era que con el dinero ahorrado cuando vivía solo pusiera un tallercito y trabajara independientemente. Claro que nos jugábamos a que las cosas salieran mal y quedáramos en la calle. También es cierto que por la guerra de Europa no se puede importar nada y hay más posibilidades de colocar aquí lo que se produce. En fin, después de una larga conversación con mi suegro nos dimos cuenta que lo mejor era…

A.- Seguir trabajando con el taller de Antonio, al que se incorporaría mi suegro (tarjeta C 3)
B.- Montar un taller independiente (tarjeta C 4)


















Tarjeta C 1
Finalmente decidí enviar el dinero para los pasajes. Encargué a un amigo de Buenos Aires que fuera a esperar a Carla y la familia al puerto y los enviara para la colonia. De más esta decir que el encuentro fue algo increíble. Una enorme emoción pudo disimular la expresión de rostros marcados por la fatiga y el sufrimiento. En ese momento sentí una gran felicidad.
Sin embargo, como era de prever, vinieron tiempos muy difíciles. Las cosechas no fueron buenas y tuve grandes dificultades para hacer frente a la situación económica. Ya no era yo solo, sino que tenía familia a cargo. Gracias a la gente de la colonia pude subsistir un tiempo, pero la situación se volvió insostenible. Para colmo Carla, siempre débil de salud, fue agravando su enfermedad por las inclemencias del clima. La tristeza por no poder tener más hijos y la constante nostalgia por los familiares dejados en Italia hicieron que un día dejara este mundo. Mis suegros no habían podido venir por que ya eran muy ancianos.
Con esta situación tan desesperante urgía un decisión drástica: irme de la colonia. Pero ¿a dónde? Una alternativa era la de empezar todo de nuevo en una ciudad, tal vez Rosario o Buenos Aires. La otra era volver a Italia, donde estaba mi familia y la de Carla. Ellos me ayudarían. Aquí no me fue bien, por lo menos no mejor de lo que estaba en Italia. Pero es cierto que en la ciudad hay más posibilidades de trabajo. Claro que tendría que empezar todo de nuevo y yo ya no soy tan joven.
Al día siguiente reúno a mis hijos y les comunico que he decidido…

A.- Mudarnos a la ciudad (tarjeta D 1)
B.- Volver a Italia (tarjeta D 2)
























Tarjeta C 2
Trato de explicarle a Carla a través de una carta las razones por las cuales debía postergar su venida y la de los chicos. Ella en un principio no lo entendió y en su respuesta me lo recriminó. Sólo después de numerosas cartas mías conseguí que ella me volviera a escribir. Qué difícil se hace la comunicación desde tan lejos.
Carta tras carta le fui contando los logros obtenidos. Estaba trabajando bien y la granja crecía. Pude pagar las deudas y ahorrar algún dinero y así Carla pudo convencerse de mis buenas intenciones. Pero a esa altura yo ya extrañaba mucho.
Recién después de muchos años pude por fin traer a mi familia. El encuentro fue muy emotivo y casi no pude reconocer a los chicos de los grandes que estaban. Sin embargo, pesaba sobre mí la muerte de mi cuñada, a causa del tifus y la pobreza. A Carla le gustó el país pero le costó adaptarse.
Con el tiempo logré comprar algunas vacas y crear un pequeño tambo. Fui uno de los fundadores de la Cooperativa Agraria de la que ahora soy Secretario. Gracias a ello pudimos construir estanques, molinos, comprar maquinas, contratar maestros y crear una biblioteca y un Centro Cultural.
De mis hijos, los dos mayores, italianos, trabajan conmigo en el campo, los dos menores estudian. Hace dos días la cooperativa resolvió integrarse a la Fraternidad Agraria, unión de cooperativas agrícolas de las colonias y zonas linderas, para protección de las mismas.
Me propusieron ir a Buenos Aires como delegado para conformar el Directorio de la Fraternidad. El problema es que si acepto debería dejar nuevamente a mi familia por 2 ó 3 años. Si bien mis hijos se harían cargo de la finca, también se tendría que quedar Carla a cuidar a los menores. Y a nosotros nos haría terriblemente mal una nueva separación. Por otra parte se que también la Fraternidad necesita de mi experiencia.
Después de conversar con mi familia decidí:

A.- Irme a Buenos Aires (tarjeta D 3)
B.- Quedarme en la colonia con mi familia (tarjeta D 4)


















Tarjeta C 3
Mi suegro entró a trabajar en el taller de Antonio inmediatamente. A pesar de su avanzada edad era una persona fuerte como un roble e incansable, por lo que enseguida cayó en gracia.
Mi cuñada se presentó a trabajar como encargada de la biblioteca en la Asociación Italiana de Socorros Mutuos (la “Societá”), cargo que debía confirmarle la comisión directiva a los pocos días.
Antonio, el dueño del taller, nos escuchaba y nos adelantaba algún dinero cuando podía. Para él lo más importante era la solidaridad entre italianos, cosa que repetía siempre.
Mi suegro y yo tuvimos siempre ideas políticas diferentes que en algunos momentos nos llevaron a largas discusiones sin fin. A veces era imposible llegar a un acuerdo.
En esos días tuvimos que enfrentarnos con una difícil situación. Distintos sectores, la mayoría de ellos inmigrantes, llamaron a una serie de huelgas para protestar por las malas condiciones de trabajo y la pésima paga. Los inquilinos proponían también una protesta general contra el aumento de los alquileres y las terribles condiciones en que se vive en los conventillos.
A raíz de esto vinieron de las organizaciones obreras a pedirnos que nos sumemos a las huelgas. Mi suegro sostiene que hay que hacerla sí o sí, por solidaridad con los demás obreros, aunque nosotros estemos pasablemente bien. Yo pienso que es cierto que debemos ser solidarios pero si hacemos paro Antonio se va a enojar muchísimo y además de quitarnos la ayuda probablemente nos deje en la calle. También es posible que como secretario de la “Societá” rechace a mi cuñada como candidata al puesto de bibliotecaria. Todo esto nos traería muchos perjuicios. La huelga, como las anteriores, va a ser reprimida y no se va a conseguir mucho. En cambio, nosotros habremos perdido todo; y tenemos mujeres y niños con nosotros.
Pero una huelga es una huelga…
Dentro de un par de horas vendrán los delegados obreros a que les demos una respuesta y ésta es que…

A.- Nos plegamos a la huelga (tarjeta D 5)
B.- No nos plegamos (tarjeta D 6)
















Tarjeta C 4
El taller fue montado en la zona de Barracas, debido a que allí el valor de la casa y terrenos era menor. En la parte de atrás estaba el taller y adelante la casa. El trabajo era muy duro y lo que juntábamos apenas si nos alcanzaba para vivir. Una serie de hechos fueron a dar por la borda con algunos proyectos que teníamos.
Mi cuñada se casó con un intelectual militante socialista, lo que provocó duros enfrentamientos con mi suegro, que era muy católico. Ella nunca más pudo volver a nuestra casa. Aunque nunca me lo confesó abiertamente, ya sabía que, desde el principio, mi señora Carla le pasaba algún dinero, ya que vivía en peores condiciones que nosotros. Por eso nunca dije nada. Además yo también simpatizaba con las ideas de Juan B. Justo y Alfredo Palacios.
Teníamos tres hijos, dos italianos y uno nacido aquí, y queríamos darles una educación para que pudieran defenderse en la vida. Sabíamos que los gastos se iban a ir haciendo cada vez mayores, pero el esfuerzo bien valía el sacrificio.
Pero acaba de plantearse un problema serio, cuando ya estaba resulto nuestro futuro, económicamente restringido. Recibí la noticia de que una organización internacional haría llegar dos sobrinos míos huérfanos de la guerra. Ahí comprendí por qué hacía tanto tiempo que no recibía ni una sola línea de mi hermano.
Y la disyuntiva es compleja: si mantengo en casa a mis sobrinos, adiós a los estudios de mis hijos. ¿Y qué futuro les espera? ¿El mío? Si estudian, algo serán y podrán mantener a sus familias, a nosotros cuando seamos viejos, y a mi sobrinos. Son nuestro futuro. Pero si mando a mis hijos a estudiar, tendré que dejar a mis sobrinos en un asilo. Por la noche no puedo conciliar el sueño. Me levanto y veo que mi suegro tampoco. Por fin, después de mucho conversar decidimos que lo más conveniente es…

A.- Que mis hijos estudien (tarjeta D 7)
B.- Que mis hijos no estudien (tarjeta D 8)



















Tarjeta D 1
Cuando llegamos a la ciudad de Rosario, me ocupé de buscar una casa y con la plata que había reunido con la venta de las tierras pude comprar una modesta pero muy linda, por lo menos para mí.
Con unos pocos arreglos pude poner delante de la vivienda un local en el cual vendía semillas y todo tipo de artículos para el agro.
Me invitaron a asistir a las reuniones de la asociación de inmigrantes italianos y acepté el convite. Entre otras razones porque había actividades para los chicos y eso haría que conocieran chicos y eso haría que empezaran a sentirse mejor.
En la asociación conocí a Mercedes, la bibliotecaria, con quien al poco tiempo iniciamos una relación. Ella también era viuda y tenía un hijo, en unos meses ambos vinieron a instalarse en nuestra casa.
Asistíamos todas las semanas a las reuniones de la asociación ya que allí estaban nuestros amigos y los de los chicos. Los fines de semana Mercedes me ayudaba porque estábamos arreglando la casa y construyendo un cuarto más para que fuera más cómoda.
Un día nos pusimos a charlar sobre el futuro de nuestros hijos, ella me decía que algo que le preocupaba era el hecho de que todos los amigos de nuestros hijos eran descendientes de italianos, y aún cuando iban todos los días a la escuela pública y se llevaban muy bien con los compañeros, nosotros nos encargábamos de que por las tardes solo fueran a las casas de la gente de la asociación.
Me propuso que dejáramos de llevar a los chicos a la asociación y fuéramos al club del barrio, ya que era hora de que los chicos empezaran a asimilarse a la sociedad argentina, me dijo.
Yo le decía que no existía prácticamente la sociedad argentina ya que la mayor parte de los ciudadanos habían llegado desde otros países, pero era cierto que nosotros no hacíamos más que frenarlos en su posibilidad de asociación.
Mercedes había aceptado que tampoco era cuestión de perder las raíces, que sin duda había un montón de situaciones en sus vidas que solo las entenderían otros chicos que fueran hijos de inmigrantes, finalmente decidimos:

A.- Asociarnos al club de barrio.
B.- Mantenernos en la asociación italiana.
















Tarjeta D 2
Rápidamente vendimos las tierras y las herramientas. Buena parte del dinero se gastó en pasajes y preparativos. Estaba preocupado porque tanto cambios afecten a mis hijos. Me costaba mucho hacer las cosas solo, pero un amigo de Buenos Aires me ayudó. Fue muy triste despedirme de él, tanto como reconocer que había fracasado.
El barco zarpó el 17 de julio. Hacía frío y el dinero no había alcanzado más que para tercera clase. Durante el viaje conocí a Jaime, un polaco cuya historia no fue muy distinta a la mía. En el barco había italianos, españoles, franceses, etc. Casi todos se volvían a sus patrias: no pudimos encontrar la América que buscábamos.
El barco iba a Génova. Los rumores daban cuenta de la mala situación en Europa a raíz de la post-guerra. Jaime me propuso ir a los Estados Unidos. Para ello debíamos bajar en Río de Janeiro y tomar otro barco que se dirigiera al norte.
Al principio no di demasiada importancia al asunto, pero Jaime empezó a insistir. Tenía parte de razón: volver a Italia sería volver a lo de siempre. En cambio en EE.UU. el progresos más seguro. Pero entrar allí era muy riesgoso, ya que el sistema de “cuotas” limitaba la inmigración y podía hacer que fuéramos presos. No debía olvidar que llevaba a mis hijos a cuestas.
Mañana llegaremos a Río. Toda la noche estuve pensando. Por fin por la mañana, le comunico a Jaime que he decidido:

A.- Ir a Estados Unidos.
B.- Seguir camino a Italia.

























Tarjeta D 3
Decidí irme a Buenos Aires. La despedida con mi familia fue triste, pero todos asumimos que era un período que había que sacrificar por el futuro. Además nos veríamos cada tanto. Pude irme confiado ya que dejé el cuidado de las finca en buenas manos. Mi hijo menor me acompañó, ya que quería aprovechar la oportunidad de estudiar en Buenos Aires.
Una vez en la ciudad, nos instalemos en un pequeño departamento de la calle Córdoba al 2800. la actividad de la Fraternidad fue muy positiva, logramos mejorar: comprar silos para almacenar granos y no depender de los acopiados. De ésta forma peleamos en mejores los precios en el mercado. Por tres años fui su secretario.
Pero mi hijo me tenía preparada una sorpresa: al cabo de un tiempo decidió que quería volverse a Italia. Según la ley italiana, él, a pesar de no haber nacido allí, tiene la nacionalidad.
El destino me tenía preparada otra sorpresa: una carta de San Luciano, pueblo de Italia en donde yo nací y viví hasta mí venida a Italia. En ella, una tal Asociación pro-reconstrucción de Italia llama a todos sus pobladores antiguos dispersos por el mundo a que retornen a reconstruir lo que quedaba de esa hermosa ciudad: la guerra había destruido casa y familias enteras. Ahí vivían mis familiares, amigos, vecinos, conocidos; mis compatriotas. ¿Quiénes habrán quedado? ¿Cuántos habrán muerto? En la carta pedían a la gente que volviera a la patria.
La verdad es que no sé que hacer: por un lado yo estoy instalado aquí, con grandes esfuerzos. Además tengo un hijo nacido aquí que no conoce nada de Italia y el resto de la familia se acostumbró a éste país, el que empezamos a querer. Pero también es cierto que allí nos necesitan mucho, que seguramente haya gente sin techo, e hijos sin padres. Creo que Carla también dudará.
Decidí viajar rápidamente a encontrarme con ella y el resto de mis hijos. Ellos opinaron lo suyo, pero dijeron que la última palabra la tenía yo. Después de haberlo pensado mucho finalmente me decidí. Fue entonces que contesté la carta que me enviaron informándoles que…

A.- Volvemos a Italia.
B.- Nos quedamos en el país.
















Tarjeta D 4
Decidí finalmente quedarme en la colonia. Claro que me hubiera gustado ser el delgado de la Fraternidad, pero no quiero abandonar a mis hijos, a Carla, a mis amigos a éste lugar que ya es mío, en el que tanta vida invertí. Fue así como elegimos a Rodolfo para ser el delegado; un muchacho bastante joven, honrado, con empuje aunque algo inexperto.
Excepto uno de mis hijos, todos tuvieron que trabajar; el único de ellos que pudo estudiar, ahora me plantea que quiere seguir estudios para ser profesor de literatura. Yo sé que esa fue siempre su vocación, que le gustó escribir desde chico y que lo hace bastante bien; pero lo que necesitamos aquí es alguien que estudie algo que sirva para las tareas del campo, algo así como administración de campos, o veterinaria, o agronomía. Él es nuestro futuro, el único que pudo estudiar. Yo ya estoy viejo, y con la sola voluntad no alcanza para hacer rendir un campo hoy por hoy con un mercado tan exigente. Mi hijo sabe cual es mi opinión al respecto y aun así pidió que fuese yo quien decida. Él está dispuesto a aceptar mi sugerencia.
En fin, no se que hacer. No quiero truncar su vocación por que sería una frustración para él. Pero tampoco puedo dejar de ser realista.
Después de pensar concienzudamente el asunto, una mañana llamo a Daniel y le digo que he decidido…

A.- Que estudie profesorado de literatura.
B.- Que estudie administración de campos o agronomía.



























Tarjeta D 5
Y nos plegamos a la huelga nomás, pero hubo enfrentamientos con la policía, incluso algunos obreros murieron en los tiroteos. Lo que logró no fue mucho, pero en general fue algo, una mejora en los salarios, suspendieron los desalojos de los inquilinos y algunas mejoras en las condiciones de trabajo.
Para mi y mi familia, en cambio, la casa fue un desastre. Mi suegro fue detenido, maltratado y desterrado del país. Fue muy triste. Consiguió ir al Uruguay donde siguió luchando por los derechos de los trabajadores en un pequeño gremio, pero al poco tiempo falleció. Mi cuñada fue rechazada para trabajar en la biblioteca. Esto la alejó de nosotros porque nos hizo responsables de su mala suerte. Desde entonces no supimos nada de ella. Yo seguí trabajando en el taller de Antonio. Aunque el trato con él en un principio cambió un poco, al poco tiempo volvió a restablecerse la relación de antes. De todas maneras yo sabía que para algunas cosas yo no iba a poder contar con él.
Yo seguí participando en el Sindicato; esto me absorbió casi todo mi tiempo libre. Fui preso varias veces y lastimado otras tantas y al tiempo perdí mi trabajo. Antonio, que ya no era el único dueño del taller, me dijo que no había podido hacer nada a mi favor. Quedé en la calle y esto era bravo en un periodo de crisis, pero mi lucha revolucionaria justificaba el sacrificio. Mi mujer no opinaba lo mismo, estaba cansada de que llegara a casa sin dinero. Un día, desesperada, me dio un ultimátum: o dejaba la militancia en el sindicato o me abandonaba y se llevaba a los chicos. Se que tiene razón pero también mis ideales cuentan. ¿Abandonar la lucha justo cuando está por declararse una nueva huelga? Pero tuve que decidir y le dije:

A.- Abandonaba la militancia.
B.- Continuaba con la militancia.






















Tarjeta D 6
No nos plegamos a la huelga y eso nos trago beneficios pero también algunos inconvenientes. Antonio nos felicitó por la actitud y además mi cuñada entró a trabajar como bibliotecaria de la Societá. Pero por otro lado tuvimos algunos problemas con los obreros del taller que sí se habían plegado a la huelga y con otros italianos que también lo habían hecho. No era fácil sostener nuestra posición en las peleas y discusiones, nos dolía no haberlos acompañado en la lucha. No nos resultaba sencillo haber dejado de lado nuestros ideales, pero…
Con los paros y movilizaciones subsiguientes se produjeron los mismos inconvenientes. Mi suegro se peleó también conmigo y maldijo el momento en que me hizo caso.
A raíz de la crisis económica general Antonio decidió cerrar su taller porque las ventas ni iban bien. Al principio pensamos que iba a cambiar de rubro y que nosotros cambiaríamos con él. Pero nuestras expectativas se vieron frustradas: ni abrió otro negocio, ni nos fuimos con él.
Antonio decidió dedicarse a ser prestamista porque creía que eso le rendiría mucho más. Yo pensé que por mi conducta anterior él me llevaría con él y así lo intentó.
La propuesta no era simple. En una charla a solas me convidó un cigarrillo, me invitó una ginebra y me propuso a que trabajara con él como “enlace” suyo en una organización no muy lícita que digamos, que se dedicaba a negocios turbios (Prestamistas, prostitutas). Mi tarea consistiría solamente en traer y llevar mensajes. Me iba a pagar cuatro veces lo que había ganado hasta ahora y trabajaría dos o tres veces por semana. Por un lado yo sabía en lo que me metía, de esos trabajos es difícil salir cuando uno quiere. La propuesta da miedo, pero es cierto que si trabajo un tiempo podría comprarme una casa decente y dar una buena educación a mis hijos, que ya no tendrían que dedicarse a éstas cosas. Además mi suegro está viejo y yo sin trabajo. Por la mala situación del país difícilmente consiga trabajo pronto, lo que puede hacer que concretamente mi familia muera de hambre. Algunos pueden pensar que no se puede optar por el delito, pero… ¿Queda alguna otra alternativa?
Lo pienso mucho y decido…

A.- Entro por un tiempo como “enlace” de Antonio.
B.- No acepto y corro el riesgo de morir de hambre.














Tarjeta D 7
Mis hijos pudieron estudiar, pero nunca me perdoné del todo el hecho de que mis sobrinos pasaran su infancia en el asilo. Mi objetivo era que los estudios de mis hijos aseguraran un futuro a toda la familia. Siempre les recalqué la responsabilidad de ayudar a sus primos más aún que entre sí.
Pero pronto se nos presentó un problema bastante serio y al cual teníamos que dar solución: el menor de mis hijos, nacido aquí, fue convocado a cumplir con el servicio militar. Tenía que hacer dos años de marina, en el sur. ¡Qué desagradables recuerdos de Italia, de la guerra!. Sabíamos que la cosa no era tan dura como lo fue allí, pero el clima es muy frío, el trato no es bueno y las condiciones militares muy rigurosas.
Sabemos de algunos que no pudieron resistir. Además no podemos dejar que pierda dos años sin estudiar: nuestras posibilidades económicas no lo permiten y por eso sacrifiqué a mis sobrinos en el asilo; no será para que ahora me hagan perder el tiempo.
Algunos opinan que debe escapar al Uruguay. Allí tenemos algunos familiares y le podemos mandar algún dinero para que estudie. De volver a Italia, ni hablar: la cosa está que arde. Otros, en cambio, opinan que si queremos adaptarnos a la sociedad tenemos que hacer lo que hacen todos, inclusive el servicio militar. Además quedaríamos mal parados frente a los demás, lo que traería consecuencias negativas para la familia. También es cierto que nuestro hijo no podrá volver al país nunca más porque sería desertor. ¿Y qué pasa si lo agarran escapándose?
Mucho se habló y se discutió, pero yo como jefe de familia decidí…

A.- Que mi hijo haga el servicio militar.
B.- Que mi hijo no haga el servicio militar y escape al Uruguay.























Tarjeta D 8
Ninguno de mis hijos pudo estudiar, pero estuvimos todos juntos: para mi la unión de la familia es lo fundamental y no podía dejar que los hijos de mi hermano quedaran en un asilo. Jamás me lo perdonaría.
Entre todos pudimos sacar adelante el taller, aunque con bastante esfuerzo y, al principio, con muchas privaciones. Pudimos crecer y, en unos años, mudar el taller y dedicarnos a la fabricación y comercialización, en parte gracias a la habilidad de mis hijos y mis sobrinos para el comercio.
En una oportunidad se nos presentó un problema. Nos llegaron, simultáneamente, sendas cartas de la Sociedad Italo Argentina de Socorros Mutuos y del Consulado de Italia. Concretamente, en ambas nos pedían dinero. La guerra en Europa había concluido y había dejado un tendal de muertos, huérfanos y destrozos. Necesitaba de todo para reconstruir el país. Por otro lado aquí hacía falta dinero para los italianos que iban llegando y para el país mismo, en un período de carencias. Muchos italianos que residían aquí necesitaban trabajo, ropa, medicamentos, etc. Los de Italia también. Lamentablemente nuestro dinero no alcanzaba para mucho y no podíamos darles a los dos.
Algunos sostenían que era la patria y que si ayudamos, no va a hacer falta que tantos italianos tengan que irse de allí. Otros miembros de la familia, sostenían que cuando nos tuvimos que ir de Italia nadie se acordó de nosotros y que ahora nuestra patria es la Argentina.
Hubo muchas discusiones, porque en realidad, ambos argumentos tenían gran parte de verdad. Pero al fin decidimos mandar el dinero a…

A.- La Sociedad Italo Argentina de Socorros Mutuos.
B.- Italia.























Problemas para dramatizar después de la elección de las tarjetas
1.- Se discute en una asamblea la creación de una bolsa de trabajo para los miembros de nuestra comunidad y para los inmigrantes italianos que van llegando. Sin embargo algunos opinan que la bolsa debe extenderse a toda la sociedad. Argumentan que, caso contrario, seríamos vistos como egoístas y en muchos trabajos empezarían a no aceptar italianos como represalia. Otros sostienen que debemos cuidarnos fundamentalmente a nosotros mismos, que los demás no le van a hacer por nosotros. ¿Qué actitud tomamos?

2.- Frente a las próximas elecciones algunos proponen negociar el “voto italiano”. Sería, argumentan, una forma de que por lo menos algunos candidatos se comprometan a responder a algunas de nuestras demandas, tomando en cuenta que constituimos ya una importante masa de votantes. Otros, contrariamente, sostienen que esta propuesta implicaría arriesgar nuestra suerte a unos pocos candidatos, que de perder o ser minoría, nos perjudicaría. Además de la oposición no vería esto con buenos ojos. Los primeros argumentan que por el contrario, la oposición se preocuparía también por nuestros votos y pasaríamos a tener influencia. ¿Qué hacemos?

3.- Muchos miembros de nuestra comunidad italiana de Europa una tradición de lucha obrera y, llegando a la Argentina, continuaremos. Para esto algunos proponen integrarnos a los sindicatos ya existentes en el país, para hacer más fuerte al movimiento obrero, aun a pesar de ciertos aspectos distintivos por nuestra condición de italianos. Otros sostienen que, por ésta misma razón, debemos crear un gran sindicato específicamente italiano que atienda a nuestras demandas específicas. ¿Qué hacemos?

4.- Sabemos de la existencia de gangsters y rufianes de origen italiano, que se dedican a la trata de blancas, a la explotación de la prostitución. Algunos opinan que debemos aislarlos por completo para que quede claro frente a la sociedad que ellos no pertenecen a nuestra comunidad. Además lo que hacen es detestable. Otros opinan que si bien es cierto que lo que hacen está muy mal, también es cierto que no podemos nosotros echar a nadie ya que la comunidad italiana no tiene dueño. Además se sentaría un pésimo antecedente ya que cualquier persona o grupo que nos desagrade podría ser excluido por supuestas razones éticas, que si bien en este caso son claras, tal vez no lo sean en otros. ¿Qué actitud asumimos?

5.- Hace ya un tiempo que somos conscientes de la necesidad de tener un periódico para nuestra comunidad y este es un buen momento para lanzarlo. Sin embargo se presenta un problema serio: algunos proponen que se edite en italiano que es el idioma que hablan todos los italianos que vivimos aquí, en la vida cotidiana. Esto permitiría tener a la gente bien informada de todo lo que pasa en el país y el mundo. Otros por el contrario, opinan que sería mejor que esté escrito en castellano para que los inmigrantes lo aprendan y puedan integrarse mejor a la sociedad. ¿En qué idioma lo editamos?

6.- Se sabe que algunos miembros de nuestra comunidad participan de movimientos extremistas y que el gobierno se ha ensañado con ellos. Algunos opinan que debemos defender su carácter de italianos e inmigrantes aunque critiquemos sus actitudes políticas. Otros opinan que por culpa de ellos las autoridades no están bien con nosotros y que si nosotros también las criticamos nos vamos a diferenciar claramente de es ellas. ¿Qué hacemos?

7.- Ha pasado en Europa la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y muchos italianos del mundo quedaron desamparados. Algunos sostienen que debemos dejar todos los proyectos de lado y destinar todo el dinero que tenemos para asistirlos. Otros opinan que el dinero que tenemos no es mucho y que aquí las necesidades también son apremiantes. Sostienen, además, que hay comunidades más ricas que la nuestra en el mundo y son ellos los que deben darse cuenta de la situación y hacerse cargo. Si lo hacemos nosotros, ellos se lavarán las manos. ¿Qué hacemos?

8.- ha asumido en el país un gobierno de facto a través de un golpe de estado. Este gobierno viola los derechos humanos incluyendo a muchos miembros de nuestra colectividad. Algunos proponen que nos sumemos a los grupos que están desplegando la resistencia civil. Opinan, incluso, que esto nos pondría del lado del pueblo. Otros, sin embargo, sostienen que es poco lo que se puede hacer ya que la oposición es débil aun y que conviene entablar negociaciones directas con el gobierno tratando de lograr lo más posible en representación de los nuestros. El gobierno no aceptaría otro tipo de representación. De ésta manera lograríamos que la situación nos perjudique lo menos posible y permitiría salvar vidas concretas. Si nos oponemos, no hay posibilidad de salvar a nadie. La situación es más que compleja. ¿Qué actitud asumimos?

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